top of page

Roll it esta abierto a escuchar a nuestros visitantes, pues bien tenemos un espacio en el cual puedes sentirte libre de escribir y compartirnos experiencias o situaciones relacionadas con las drogas que hayas vivido o conocido y que creas que puedan ser de ayuda para otras personas que están pensando en conocer este mundo más a fondo. 

 

En este espacio, podrás tú también leer testimonios ajenos ya sean anónimos o no en un ambiente de completa confianza.

​

Para ser parte de esta dinámica, lo único que tienes que hacer es enviarnos tu experiencia, opinión o comentario ya sea desde el chat que tenemos directamente aquí en la página o bien por nuestras redes sociales (Instagram o Facebook) y nosotros nos encargaremos de publicarlas. 

79cb7c01eda49377327749dfa730de99.jpg

Anónimo:

20 años

Anónimo:

20 años

Probé por primera vez la marihuana a los 18 años, y lo hice acompañada de dos amigos de mucha confianza que ya la fumaban con regularidad.

Aunque tengo que aceptar que al principio sentía nervios y un poco de miedo, mis amigos me explicaron antes cuánta era la cantidad adecuada para mí, además de los efectos que podría sentir y por cuánto tiempo.

Esto me ayudó mucho a no sentirme extraño al momento de experimentar dichos efectos.

Anónimo:

20 años

Anónimo:

20 años

En retrospectiva es casi ridículo lo distantes que veía las drogas de mi vida. Antes de consumirlas, recuerdo que el enterarme que alguien las usaba era darlo por perdido, creer que estaba en graves problemas y los iba a llevar a peores. Sin embargo, hoy me doy cuenta de lo comunes que son y lo presentes que están en la vida diaria, uno siempre está más cerca de lo que cree de conseguirlas. Parte de ese miedo es fundado en el desconocimiento, creo que es lo que puede hacer la diferencia entre un consumidor y alguien que "se perdió"

Anónimo:

21 años

Anónimo:

21 años

Las drogas en mi vida creo que estan mas presentes de lo que me pude imaginar, pues bien ahora tengo varios conocidos que consumen algun tipo de droga. 

La droga que unicamente he consumido es la marihuana cuando tenia 19 años, me la dio a probar un amigo en su casa. Fue una experiencia extraña pero no necesariamente mala, creo que el consumo de la marihuana no es tan malo como lo pintan, aunque eso si, con medida. 

Anónimo:

17 años

Anónimo:

17 años

El corazón está por salirse de mi pecho. Siento como si unas manos gigantes me apretaran los pulmones. Aspiro aire con prisa pero no me entra. Lo intento nuevamente y no sucede nada. Los latidos se multiplican más y más, casi puedo ver cómo mi corazón se mueve en mi pecho, lo siento en la garganta, en los oídos, escucho el pum, pum, pum dentro de mi cabeza. Abro la boca para exhalar mucho aire y no lo consigo, me estoy ahogando. Un cosquilleo empieza a recorrerme los brazos y me sudan mucho las manos. Miro a mi amigo . Está tumbado en el suelo riéndose. "Tranquila, no pasa nada, relájate y disfruta", me dice. Acabo de fumarme el primer porro de marihuana de mi vida. Y siento que voy a morir de forma inmediata.

Es verano. Mi amigo y yo tenemos 17 años. En aquellas vacaciones pasamos unos días en el sur de Tenerife, donde vivíamos en aquel entonces. Playa, cine y paseos. Le digo que consiga marihuana porque quiero probarla. Decidimos fumar antes de ir al cine, íbamos a ver Dí que sí, protagonizada por Jim Carrey. Era el contexto ideal para entrar fumados y pasárnoslo genial. Buscábamos potenciar las risas, al menos así era en nuestra imaginación. El centro comercial donde estaba el cine está rodeado por unas pequeñas montañitas y un parque. En mitad de la noche es el sitio ideal porque podemos ocultarnos de la gente. Él se lía un porro mezclándolo con tabaco, lo que me parece absurdo, con lo cual decido liarme uno solo con marihuana. A lo grande. Tardo menos de tres minutos en fumarlo, porque no siento nada y estoy convencida que han timado a Alberto vendiéndole algo que es cualquier cosa excepto marihuana. Pasados unos minutos, mi cuerpo da un vuelco y entro en lo que se llama, coloquialmente, un blancazo.

Cuando mi amigo se da cuenta de que realmente no estoy bien, se levanta del suelo. Empiezo a llorar. Estoy mareada, no se si quiero vomitar, beber agua, dormir, ducharme o todas las cosas a la vez. Decido que quizás la opción correcta es vomitar. Salimos de las montañitas y entramos en el centro comercial. Solamente hay un restaurante abierto. Pido si puedo pasar al baño, me lo permiten pero se preocupan por mi estado. Mi amigo contesta por mí, "sí, está bien, solo se siente un poco mal", les responde, como quitándole importancia a lo que yo creo que es mi muerte inminente. Entro en el baño y me meto los dedos en la garganta. No pasa nada. Los hundo aún más, quiero tocarme la campanilla. Tengo el estómago vacío y no puedo vomitar nada. Me agobio aún más.

​

En mi cerebro suena sin parar la frase "voy a morir". Me mojo la cara. Abro el grifo y hundo la cara en el agua, bebo agua, me mojo las manos, me mojo los brazos, la nuca. No pasa nada. Alberto, al otro lado de la puerta, me pregunta si estoy bien, le digo que no, que voy a morirme. Abro para que entre. Me dice que voy a empeorar si no dejo de pensar en paranoias. La palabra paranoia me asusta, ¿y si me quedo así para toda la vida?

Los efectos que la marihuana genera a corto plazo pueden ser de dos tipos. De hecho, lo que le generó a Alberto fue muy diferente a lo que me generó a mí: él reaccionaba lentamente, estaba relajado y todo le divertía mucho más. Esos pueden ser algunos de los efectos. Los otros pueden ser: ansiedad, miedo, desconfianza o pánico, además de un aumento de la frecuencia cardíaca. Estos últimos efectos ocurren cuando se consumen grandes cantidades. Esto fue lo que me ocurrió. Y era normal, lo que yo me fumé era marihuana pura y lo hice como quien se fuma un cigarro, en pocos minutos.

Me veo doble en el espejo del baño. No se qué hacer. La película va a empezar y no puedo caminar. El mundo me da vueltas, los ojos me lloran, se me nublan, me pican, me escuecen. Le digo a Alberto que me abrace muy fuerte. Creo que eso hará que se me pase. Nada cambia. Salimos del baño, mi corazón sigue a mil por hora. No puedo comer. Hablamos sobre qué podemos hacer. Los del bar se acercan porque ven que estoy realmente mal. Alberto explica, con pocas palabras —y tímidamente— lo que hemos hecho. Pero está asustado. Si viene la policía encontrarán que tiene marihuana en la riñonera. A los del bar les da igual y avisan al hombre de seguridad del centro comercial. "Mierda", pienso. "Mierda, mierda, mierda", piensa Alberto.

​

Cuando el hombre de seguridad se entera, lo tiene claro: llama a la policía. "Para una noche en la que pasa algo en este maldito centro comercial, cómo no", pienso yo, que paso del miedo a la rabia y de la rabia al miedo en pocos segundos. Efectivamente viene la policía. Antes de que lleguen Alberto hace algo para esconder la marihuana. Ahora mismo no recuerdo qué fue. Hay partes de esa noche que recuerdo borrosas. La policía se presenta y nos interroga. Yo estoy tumbada en un muro que rodea el centro comercial porque está frío y me sienta bien. No recuerdo qué me preguntaron pero sí recuerdo que estaban rodeando a Alberto y pensé que le pegarían. No le pegaron. Me piden el número de teléfono de mi padre.

​

15 minutos más tarde llega con mi hermano que, en aquel entonces, tenía 8 años. Mi hermano se ríe sin parar y no deja de repetir: "fumaste marihuana, fumaste marihuana". Mi padre me mira fijamente con cara de "¿en serio, Guillermina?". Lo hace porque siempre me había repetido que podía probar la marihuana por primera vez con él y que él haría algo para conseguirla, sobre todo por si me pasaba algo, como acabó ocurriendo. Probar marihuana con los padres no tiene gracia, al menos eso pensaba entonces. Mi padre, mi hermano y Alberto van en coche hasta el hospital, a mí me llevaba la ambulancia.

​

Escucho cómo me late el corazón, me han puesto unas pegatinas en el pecho que miden mis pulsaciones. Me dicen que me han dado Valium, también conocido como diazepam. Este fármaco tiene propiedades ansiolíticas, miorrelajantes, anticonvulsivantes y sedantes. Se supone que tiene que calmar mi taquicardia. Pero no lo hace. Deciden, además, darme un Trankimazin, también conocido como alprazolam. Se utiliza para el tratamiento de los estados de ansiedad, especialmente en crisis de angustia, agorafobia, ataques de pánico o estrés intenso. Me calma un poco, pero no del todo. Así que me dan otra dosis. Llevo tres dosis de relajantes encima. Mi corazón se calma. Me recupero, pero parezco una zombie. 

​

Salimos del hospital y tengo los ojos rojísimos, muy muy rojos. Alberto se ríe. Mi padre conduce en silencio, se hace el duro porque tiene que hacerlo pero, en realidad, todo le hace mucha gracia. Nos lleva a cenar para coger algo de fuerzas y luego nos vamos a la casa, donde nos dormimos en pocos minutos. El día siguiente fue de completa recuperación, estuvimos casi 12 horas en la playa del Médano de Tenerife. Hoy es un recuerdo que nos divierte.

Aquella fue la primera y última vez en la que probé una droga. A partir de aquel día tuve miedo de probar cualquier cosa. Hoy, diez años después, sigo sin hacerlo y sé que es por culpa del susto que me llevé por haber sido imprudente la primera vez que probé la marihuana. Es posible explorar este ámbito de forma segura, midiendo las cantidades y el contexto. De hecho tengo muchísima curiosidad por ver qué se siente con otras drogas diferentes y tal vez en algún momento me permitiré la libertad de volver a intentarlo. Seguramente sería diferente.

Anónimo:

28 años

Anónimo:

28 años

"Yo controlo". Esta es la famosa frase, la frase que tantas y tantas veces hemos dicho, yo no me engancharé, yo se de qué va esto, se hasta donde puedo llegar, a mi nunca me ocurrirá lo que a fulanito o a menganito, NUNCA.
Bueno, pues eso también lo pensaba yo, empiezas con unas invitaciones, luego ya te juntas con alguien y empiezas a pillar medio gramo, pero el círculo se va ampliando y de ponerte en alguna fiesta «muy especial» pasas a contruir fiestas y eventos todos los fines de semana por el simple hecho de que quieres volver a ponerte. Pasan, en muchos casos unos meses, en otros años. Fuí consumidora de cocaína durante 12 años y claro, YO TAMBIEN CONTROLABA.
MENTIRA, esto no se controla, después de 12 años de consumo, al principio esporádicamente y poca cantidad, al final caían los gramos como la nieve en la sierra, a puñados, terminas queriendo morir.
A día de hoy, después de más de 8 años limpia, puedo decir que se destruyó un matrimonio, una familia, muchas amistades, y mucha salud, pero hay formas de salir, hay especialistas, está la familia y sobre todo la fuerza de voluntad de cada uno.
Sólo digo una cosa, cuando se deja, la vida vale más, las pequeñas cosas valen más y tú mismo vales más, pero cuesta tanto dejarlo…….., que nadie se engañe, esto mata, pero no sólo a la persona sino a todo lo que le rodea.».
Un saludo

​

Anónimo:

24 años

Anónimo:

24 años

Empecé a fumar cannabis con 14 años, sólo lo hacía de vez en cuando y siempre en compañía. Nos reuníamos todos, supuestamente, para jugar a las cartas, pero en realidad lo que nos llevaba allí eran las ganas de fumar. Aunque esto lo veo claro ahora, porque antes creía que controlaba. Me encantaba esa sensación de pasarnos el porro, me hacía sentir muy unido a mi gente. Años después, comencé a fumar a diario, sólo por las noches, para acabar, más tarde, fumando entre seis y ocho canutos diarios. Se que muchos pensareis que no es tan grave, que los porros no tienen tantos efectos perjudiciales como otras drogas, y puede que así sea, (aunque hay informaciones muy dispares al respecto), pero lo peor es verteconvertido en su esclavo. Yo no concibo la vida sin cannabis, no se estar en mi casa sin fumar, ni tampoco en la calle. Algunas novias que he tenido se han acabado cansando de mi apatía, de verme siempre tirado en el sofá, metido en mi mundo, porque en ese momento me apetecía más eso que salir a cenar con ellas. He pasado largas temporadas desconectado del planeta, fumado, metido en mi casa y sin llamar a nadie, porque nada me motivaba más, ni ver a mi gente, ni cualquier plan, que estar fumado. Es verdad que no todo el mundo acaba así, hay quien puede ser más moderado, pero hay otros muchos, como yo, que no sabemos, no queremos o no podemos. Espero que este no sea nunca tu caso. No banalices la adicción psicológica al cannabis, puede ser igual o más fuerte que la de drogas aparentemente más peligrosas.

​

Anónimo:

24 años

Anónimo:

24 años

La triste realidad es que era demasiado joven y me dejé llevar por las circunstancias y por qué no decirlo, por los amigos… A mis 17 años me veía allí plantada, inclinada sobre la mesa mirando aquel polvo blanco, accedí a la invitación y esnifé mi primera raya de coca en aquella larga noche donde caerían los gramos a pares. Fue el principio de los 5 años que duró mi pesadilla, presa de mis mentiras, de robos de dinero en casa, de días sin aparecer ni dar señales de vida, de abandonar mis estudios, la culpable de los llantos y las penas de mis padres… Una agonía que mata en vida, pero es tu vida hasta que no decides lo contrario y quieres cambiarla.
Desear morir y morirte es lo mejor que te deseas cuando estás enganchado a la cocaína, no se puede vivir sin ella. ¿Alguien se imagina poder vivir sin aire? Los ataques de ansiedad te oprimen el pecho cuando te terminas la última bolsa, ya no hay más dinero pero necesitas más y más y más… Te desesperas, el corazón late con una fuerza descomunal, la nariz llena de sangre y heridas producidas por los cortes que genera la coca al esnifarla, no comes, no duermes, la depresión es tu pan de cada día… En el infierno se puede estar mucho mejor, creedme.
Ahora tengo 24 años, mi existir en este mundo ha cambiado desde que afronté mi enfermedad y abrí los ojos. Busqué el apoyo de mis familiares y ayuda en un CAD, junto con todos ellos y mis ganas de superación hoy puedo gritar que: SOY EX-COCAINÓMANA!!! Llevo 2 años y medio sin consumir y así me mantendré hasta el día que me muera porque mi vida vale más que ese maldito polvo blanco!!!

Anónimo:

20 años

Anónimo:

20 años

Soy una chica de 20 años enganchada al cannabis.Nunca pensé que llegaría a esto. Al principio no le ves el riesgo, porque sólo consumes de vez en cuando. Lo peligroso es cuando recurres al cannabis para conseguir algo determinado. En mi caso es para relajarme. Al principio fumaba con amigos y nunca en mi casa, pero derrepente un día tuve un problema, que me puso muy nerviosa y decidí fumarme un canuto para relajarme. Esto es muy tentador, porque es más fácil fumarte un porro que aprender a relajarte, sobre todo para mí que soy muy nerviosa. Así que, a partir de ahí, cada vez que estaba nerviosa o que había pasado algo durante el día que no me había gustado, fumaba. Ahora me arrepiento, porque no se relajarme sin fumar y esto me hace sentir fatal. Tendría que haber probado otras vías, como el yoga, la relajación o haberlo consultado con un psicólogo, pero preferí optar por la vía fácil y ahora estoy pagando las consecuencias.
 

Anónimo:

24 años

Anónimo:

24 años

Tengo 24 años y de vez en cuando consumo cocaína y pastillas. Lo cierto es que me lo paso mejor, bueno, mejor dicho, pienso que me lo voy a pasar mejor, pero, en realidad, si lo analizo, no es así. El problema es que no tengo límite, cuando salgo, salgo hasta las mil, cuando practico deporte, lo hago hasta quedar reventado y cuando salgo, me pongo hasta que se acaba toda la bolsa. Luego, no puedo ni hablar, y menos aún, ligar, porque menudo susto se llevaría cualquier tía de verme en ese estado. Lo único que hago es bailar desenfrenadamente hasta que cierran. Cuando llego a mi casa, me siento mal, pienso que si mis padres lo supieran se sentirían poco orgullosos de mí. Me planteo que el próximo fin de semana ya no me voy a poner más, pero cuando llega, nos reunimos los colegas y volvemos a pillar. Pienso que no estoy muy enganchado, pero reconozco que a veces me da miedo que este círculo no se rompa nunca. En fin, yo no os voy a decir lo que debeis hacer, pero si pudiera volver atrás creo que no la probaría, para así evitarme estos quebraderos de cabeza.
Suerte a todos

Anónimo:

24 años

Anónimo:

24 años

Tengo 22 años. Probé la cocaína con 18 años por dos razones: por curiosidad y para que mi novio de aquel entonces me considerase «enrollada». Vaya falta de personalidad, pensareis,… pues sí. Ahora me doy cuenta de que a veces resultas más interesante cuando tienes tus ideas claras y tu propio criterio, pero en esos tiempos era una niñata. Nunca llegué a pasar de dos o tres rayas por noche, porque nunca me ha gustado perder los papeles, sin embargo,cada vez que salía me apetecía y, entonces, me empecé a asustar. No quería tener esa atadura, quería poder salir sin pillar, recuperar el control de la situación, así que me lo propuse y lo conseguí. Mi ex-novio, sin embargo, está super enganchado y sus colegas también. Alguna vez me los he encontrado y dan un poco de pena. Lo que antes me parecía interesante de él, ahora me parece inmaduro. Y, sinceramente, le auguro un final un poco trágico, porque no ha querido estudiar, se dedica a pasar coca y pastillas y como gana dinero no tiene ninguna otra aspiración.
Yo creo que no a todo el mundo le afecta la droga de la misma manera, unos acaban enganchados y otros se dan cuenta a tiempo y ponen el freno, pero lo que está claro es que entrar en este mundo es andar sobre arenas movedizas,porque no sabes en qué grupo vas a estar tú…y te aseguro que todo el mundo piensa que está en el segundo, (incluído mi ex-novio).

©2020 por ROLL IT. Creada con Wix.com

bottom of page